La basílica de San Francisco está ubicada en un monte a las afueras de Asís (Italia). Erigida para albergar los restos del santo y conmemorar su vida, la basilíca hoy en día es la sede de la orden de los franciscanos.
Ya solamanete la escala de este complejo religioso situado en lo alto de un monte deja patente la veneración que existía por San Francisco en todo el mundo cristiano.
En el comienzo del siglo XIII, después de haber experimentado una conversión religiosa, Francisco de Asís dejó a un lado su ambición de convertirse en soldado y se dedicó a escribir poesía religiosa. Luego, siguiendo su filosofía religiosa, así como las virtudes de la penitencia y la abstinencia, San Francisco fundó la orden monástica de la que es sede esta basílica.
El poderoso edificio de piedra de la basílica de San Francisco continúa dominando el entorno campestre que lo rodea. Se divide en dos secciones y su mole parece alzarse hasta escaparse del gran monasterio ubicado en la cima del monte que albergó a los monjes que se unieron a la orden de San Francisco de Asís.
Al entrar por la basílica inferior, se pasa por debajo de un ornamentado rosetón, el llamado “ojo de la iglesia”. Encima se hallan los espacios abiertos de la basílica superior; y debajo está la notable cripta que contiene la tumba de san Francisco de Asís.
Durante muchos años se mantuvo el secreto el lugar en el que descansaban los restos de este santo co el fin de evitar que se distribuyeran por toda Europa como si fueran reliquias sagradas.
Lo más belo del interior de la basílica no está en las vidrieras que agujerean la pared a intervalos regulares, sino en las obras de arte que las rodean. Frescos realizados por artistas como Cimabue o Giotto ilustran la armónica visión que San Francisco de Asís tenía del ser humano y de la naturaleza. En lugar de pregonar a los cuatro vientos el poder de la iglesia, la basílica se centra en las discretas virtudes de la humildad y la amabilidad.
Foto vía Turismo en fotos