Las pirámides de Meroe

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Las tumbas piramidales de Meroe (Sudán) se alzan en el desierto como islas en un océano de arena, testigos mudos de las glorias de Nubia, una antigua civilización africana que prosperó hasta la Edad Media. Una de las joyas turísticas más destacadas de Sudán. Estas doscientas pirámides te dejan sin palabras cuando las ves en medio del desierto en Africa.

Meroe era una de las ciudades nubias más importantes y, durante cerca de seis siglos desde el año 300, fue la capital  de Kush, un renio nubio. Poco se ha salvado de la gran ciudad kushita, a excepción de unos centenares de montículos de ladrillo y piedra, y las escasas ruinas de palacios y templos inspirados en los antiguos egipcios.

Pero Meroe no era sólo una ciudad, sino dos. Junto a la de los vivos se encontraba una ciudad sagrada para los muertos: doscientas tumbas piramidales en las que se enterraban a los monarcas y a los miembros de la nobleza.

Más de cuarenta soberanos fallecidos fueron momificados y encerrados en las pirámides, que se consideraban entradas a la vida eterna después de la muerte. Enterrados en cámaras subterráneas, estos poderosos gobernantes estaban rodeados de ricos objetos importados de lugares tan remotos como el mundo griego.

Los nubios admiraban la cultura egipcia, pero las pirámides kushitas no son unas meras copias sin ninguna originalidad. Estos hogares para los muertos son mucho más pequeños y empinados que los de Egipto, construidos con líneas escalonadas en lugar de tener los laterales lisos, y se alzan hasta una altura de treinta metros aproximadamente. Desde sus cimas, las almas de los fallecidos ascendían hasta los dioses.

Es lógico que uno asuma que el decrépito estado de muchas de las pirámides se debe al tiempo y a los arenosos y punzantes vientos del desierto, capaces de erosionar el lugar. Pero la verdad es que un aventurero italiano saqueó sistemáticamente cuarenta de ellas en la década de 1830 en busca de oro. Algunas han sido restauradas.

Por último, anexas a las pirámides de Meroe, hay unas capillas en las que los kushitas llevaban a cabo ritos funerarios sagrados y ofrendas. En su interior, frisos con grabados preciosos representan a los monarcas de perfil, muchos de ellos protegidos por las alas de Isis.

Foto vía Lugaria

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