Si uno viaja a Chile puede conocer las tres casas donde vivió el gran poeta Pablo Neruda. En ellas, conoceremos mucho más sobre la vida y obra de este genio de la literatura mundial.
1º. La Chascona
Se trata de una casa de dos pisos de Neruda en Santiago de Chile, situada en el bello barrio de Bellavista. A punto de cumplir los 50, el poeta vivía dos relaciones amorosas: la que mantenía con su segunda esposa Delia del Carril y su aventura con la cantante y escritora chilena Matilde Urrutia.
Para poder disfrutar de su relación extramarital con discreción, Neruda y Urrutia erigieron este nido de amor. Urrutia vivió sola en esta casa durante dos años, hasta que en 1955 el poeta dejó a su mujer.
Neruda denominó a la casa La Chascona, que en quechua significa «despeinada», como homenaje a la salvaje melena pelirroja de Urrutia. La casa ha sido muy bien restaurada.
2º. La Sebastiana
Esta casa ubicada en Valparaíso fue empezada por el constructor español Sebastián Collado con el fin de que fuera la morada de Neruda en sus últimos años de vida; no obstante quedó a medio termina por su muerte.
En 1959 la adquirió Neruda, cansado de vivir en Santiago, y la llamó La Sebastiana en honor a su dueño inicial. Neruda deseaba una morada original, cómoda y barata cuyos vecinos no se vieran ni escucharan.
Neruda detalló en sus memorias que la amuebló «como una casa de juguete», como un sitio para evocar las memorias de su infancia. Por ello, La Sebastiana está decorada con suma sencillez y atesora varias de las cosas favoritas del escritor.
Además, sobresalen a cama de Neruda, su escritorio y el sillón, todavía manchado de la característica tinta verde que usaba, todos están situados de cara al mar.
3º. Isla Negra
Neruda compró el terreno y una casa cercana de piedra en 1938 tras volver de una serie de misiones diplomáticas en Europa. Era el sitio perfecto para darse a la apasionante escritura del nuevo canto. El poeta se refería a Canto General, su clásico trabajo sobre la histórica de las Americas.
La casa se encuentra protegida por una valla hoy en día adornada con graffitis de los admiradores de Neruda. Junto a ella se alza una locomotora que el poeta, gran amante de los trenes, acarreó hasta el lugar con bueyes y dos jeeps.
Foto vía Backpacking