El Museo Napoleónico quizá pase desapercibido para quien bordee la Universidad de La Habana en el día da día, pero no para quienes llegaron a él tras las huellas del Gran Corso. Se trata de un museo muy interesante que se halla en La Habana (Cuba), muy lejos, sorprendentemente, de Francia.
Ahora la Sociedad Napoleónica Internacional (INS, por sus siglas en inglés), celebra su duodécimo encuentro, admirados de las increíbles reliquias que existen en La Habana sobre el gran Emperador de Francia.
Por primera vez, se organizó esta reunión en América y la escogida fud Cuba debido a su notable patrimonio de objetos pertenecientes a Napoleón Bonaparte, incluida su mascarilla mortuoria original.
Creado en 1961 y restaurado y reabiertoen el 2011, el Museo Napoleónico de La Habana cuetna una sustanciosa biblioteca y más de 10.000 piezas del periodo napoleónico.
Este museo se ubica en un céntrico barrio de La Habana, en una edificación de cuatro plantas de estilo florentino renacentista que fue levantada entre 1926 y 1929 como vivienda del político ítalo-cubano Orestes Ferrara.
El museo guarda el reloj de oro que poseía Napoleón al fallecer, una casaca, el bicornio y el catalejo que utilizó en Santa Elena, una lámpara que regaló a Josefina, un mechón de cabellos e incluso hasta una muela.
Encima, los herederos de la familia Bonaparte donaron al Museo parte de una vajilla en 2011, y tres años después la INS, con sede en Montreal, llega a Cuba para conocer este singular tesoro.
Sobresale la célebre mascarilla mortuoria que fue traída a La Habana por François Antommarchi, el médico de cabecera de Napoleón en Santa Elena, quien vino a Cuba a estudiar la fiebre amarilla, y murió de ella precisamente allí.
Los fondos del Museo Napoleónico provienen de la colección privada del magnate del azúcar Julio Lobo, que era considerado el hombre más rico de Cuba cuando triunfó la revolución en 1959. A la colección atesorada por Lobo, se han añadido obras donadas, compradas o recuperadas por el Estado cubano.
Foto vía Emol