La encantadora y antigua ciudad de Kanazawa está en medio de la costa oeste de la isla de Honshu (Japón). Su nombre significa «pantano de oro» y proviene de la historia de un campesino que se ganaba la vida recogiendo patatas, les limpiaba el polvo del oro que las cubría y se lo guardaba en su pozo.
Los Alpes japoneses rodean la ciudad y dos ríos la atraviesan: el Saigawa, del que dicen que es un animado río masculino, y el Asano, un suave río femenino. La mejor época para visitar Kanazawa es de julio a septiembre. Se trata de uno de los rincones más bellos de país del Sol naciente.
El castillo de Kanazawa parece un enorme pájaro a punto de echarse a volar con sus tejas de plomo blanco y sus enormes vigas de ciprés americano. Está rodeado por un laberinto de intricados caminos sinuosos diseñados para proteger el castillo frente a los enemigos. Todavía quedan algunas casas de samuráis rodeados de paredes de adobe, y en la zona de Teramachi hay 70 templos en menos de un kilómetro cuadrado.
Se puede ir en bicicleta hasta el mercado Omicho y ver su amplia oferta de vegetales, pescado, y sobre todo, cangrejos. También se puede comprar variada artesanía. En la ciudad, se hacen altares budistas, cerámica Kutani pintada con colores vivos, elegantes, objetos laqueados de Kanazawa, brilant pan de oro de Kanazawa, seda pintada a mano de Kaga-Yuzen, bordados de Kaga y moscas de pesca.
La joya de la corona de esta bella ciudad japonesa son los jardines de Kenrokuen, que ocupan 10 hectáreas y son, sin duda, los más hermosos de Japón. Fueron diseñados y y creados originalmente en el siglo XVIII. En primavera, uno disfruta paseando entre sus albaricoques, cerezos, cascadas y pequeños puentes con linternas de piedra. En invierno, el jardín brilla con su espesa capa de nieve y unas cuerdas llamadas yukitsuri sostienen las delicadas ramas de los pinos.
Foto vía Jcastle